La Guerra de los Treinta Años
La Guerra de los Treinta Años se inicia cuando el heredero del trono Imperial, Fernando II de la casa de los Austrias, es elegido rey de Bohemia. Sin embargo, la mayoría protestante que allí vivía rechazó la llegada de un monarca católico como era Fernando, lo que provocó grandes disturbios y el nombramiento de un nuevo rey: Felipe del Palatinado. Esta rebelión contra el futuro emperador desencadenó la Guerra del Palatinado, inicio de un enfrentamiento mucho mayor que se extendería por toda Europa.
Los bandos que participaron en el conflicto fueron, por un lado, España y el Imperio Sacro-Germánico y, en el otro, los reinos protestantes de Alemania así como Suecia, Francia y Holanda.
La Guerra del Palatinado (1618 - 1622)
La Guerra del Palatinado comienza con el nombramiento en 1618 de Fernando II como rey de Bohemia. La nobleza de este reino, de mayoría protestante, no aceptó la llegada de un rey católico, por lo que instigó disturbios en diferentes ciudades; por ejemplo, en Praga los emisarios del futuro emperador fueron defenestrados. Además, coronaron a un nuevo rey, el príncipe elector Felipe, lo que finalmente empujó a los Austrias a atacar Bohemia y los territorios del Palatinado.
La campaña sobre Bohemia dio comienzo ese mismo año de 1618. El ejército imperial, apoyado por tropas españolas, partió hacia la región con el objetivo de restablecer a Fernando, ya nombrado emperador, en el trono. A su frente se puso al duque Maximiliano de Baviera quien consiguió derrotar a los rebeldes en la batalla de la Montaña Blanca (1620) y expulsar a Felipe, que huyó a las Provincias Unidas. En 1620, Bohemia volvía a estar bajo control de la casa Habsburgo.
Año 1620
En ese mismo año dio comienzo la invasión del Palatinado. En un principio estaba dispuesto que fuera una acción conjunta del ejército imperial y del español. Sin embargo, a pocas semanas de comenzar, Maximiliano decidió partir contra Bohemia y así finalizar la rendición del reino, lo que dejó a la Monarquía Hispánica con todo el peso de la campaña. Para dirigirla, Felipe III escogió al general Ambrosio Spínola, famoso por sus grandes éxitos en Flandes como, por ejemplo, la rendición de Ostende.
En la invasión tomó parte el Tercio de Nápoles de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Tercio de Mexía y otros tantos tercios valones y borgoñones, hasta formar un total de 25.000 soldados. Contar con tropas tan experimentadas permitió a Spínola realizar avances muy rápidos; tras entrar por el norte capturó importantes ciudades en el centro como Maguncia y Oppenheim. Esto le proporcionó numerosas alternativas para continuar con el ataque.
Imagen de Hugo A CañeteAño 1621
El año 1621 dio comienzo con el bando imperial promulgado por Fernando que proscribía a Felipe. A efectos prácticos, esto significaba que el príncipe del Palatinado perdía sus territorios, los cuales se dividirían entre Maximiliano de Baviera y la Corona Hispánica. España, además, quedaba como responsable de la ejecución del edicto por lo que se legalizaba la invasión que Spínola comenzó el año anterior.
Mientras tanto, en España se produjo la muerte de Felipe III, al que sucedió en el trono Felipe IV. Ante el fin cercano de la Tregua de los Doce Años con los Países Bajos, Spínola envió a Francisco de Ibarra a la corte para solicitar que, de momento, los esfuerzos militares siguieran centrados en el Palatinado. A su modo de ver, la reapertura del frente holandés sin haber consolidado las posiciones en Alemania implicaba un alto riesgo. Sin embargo, el nuevo rey desatendió la petición y ordenó al general poner rumbo hacia Flandes con parte de las tropas, dejando a Gonzalo Fernández de Córdoba a cargo en el sur de Alemania.
En lo que respecta al Palatinado, el inicio de la campaña se alargó hasta verano. El emperador había accedido a una tregua momentánea con los protestantes mientras se disolvía la Liga Protestante, una agrupación formada para combatir a los ejércitos católicos.
Finalmente, en agosto las tropas hispánicas comenzaron su avance, capturando el castillo de Stein, la ciudad de Kaiserslautern e iniciando el asedio de Frankenthal. Sin embargo, la llegada del general protestante Mansfeld por el sur y de Cristian de Brunswick por el norte le obligaron a levantar el campamento y replegarse a Stein y Kaiserslauten.
Por su parte, el emperador envió al general Tilly junto a 8.000 hombres para reforzar las fuerzas católicas y consolidar las posiciones de Baviera en el Palatinado. La coordinación de ambos ejércitos, sin embargo, fue muy complicada debido a los diferentes planes que Gonzalo de Córdoba y Tilly tenían para continuar la guerra. La correspondencia entre ambos deja evidencia de esta mala relación y en ella se puede leer los reproches de Don Gonzalo al general bávaro por no amoldarse a los planes hispánicos.
La campaña de 1621 terminó con la toma de Deidesheim y la llegada de un nuevo invierno. Mientras tanto, Mansfeld aprovechó la pausa en el Palatinado para tratar de invadir Alsacia, región en manos del archiduque Leopoldo, hermano del emperador. Allí su avance fue muy rápido hasta que fue detenido por el ejército del arquiduque, que había sido reforzado por varias compañías procedentes de Milán.
Año 1622
1622 empezó con la llegada de dos nuevos paladines del protestantismo a la región. Cristian de Brunswick, el falso obispo de Halbertstad, reunió un ejército de 15.000 hombres y, tras saquear Sajonia, se adentró por el norte. Por su parte, Jorge Federico de Baden-Durlach, un arribista de la Unión Protestante, se dirigió hacia al Palatinado para reunirse allí con su aliado Federico. Sumadas a las fuerzas de Mansfeld, los protestantes contaban con unos 50.000 efectivos, un número más que suficiente para hacer frente a las tropas de Tilly y Gonzalo Fernández de Córdoba. Para hacernos una idea del desgaste sufrido por los católicos podemos acudir a la carta que el capitán Álvaro de Losada envió a Ambrosio Spínola para relatarle el estado de las tropas:
De las calidades del ejército que el señor don Gonzalo tiene a su cargo, se decir a V.E. en conciencia, que a mí se me ha hecho milagro por más partes y valor que tiene este caballero, el haber salido sin desaire este verano pasado, porque se apretó mucho la campaña, y porque lo más de él consta de levas, y los españoles y italianos con resabios de Nápoles, la caballería sin oficial principal, ni la artillería, y con el tren muy disipado.
Batalla de Mingolsheim
Lo primeros meses transcurrieron entre negociaciones que trataban de poner fin al conflicto. Sin embargo, la llegada de Federico a Espira precipitó los acontecimientos. El ejército de Tilly, que había partido hacia el sur, se encontró con el que componían las tropas de Mansfeld y el propio Federico en las inmediaciones de Mingolsheim. Allí, los católicos sufrieron una importante derrota que obligó a Tilly a huir de nuevo hacia el norte mientras solicitaba el apoyo de Gonzalo de Córdoba. Por su parte, los protestantes debatían el siguiente paso a dar, ya que cada uno de los generales tenía su propia opinión. Finalmente, se decidió que Baden-Durlach partiese en persecución de Tilly mientras que Mansfeld y Federico se dirigirían hacia Landenburg. Por tanto, pese a la victoria obtenida, los protestantes no supieron aprovechar la ventaja, quedando debilitados tras la división de sus tropas.
Batalla de Wimpfen
El siguiente encuentro entre protestantes y católicos tuvo lugar en Wimpfen. Tras la derrota de Tilly en Mingolsheim, Gonzalo Fernández de Córdoba se puso rumbo hacia el sur con el objetivo de socorrer a su maltrecho ejército, perseguido, además, por Baden-Durlach. Esto implicaba dejar gran parte de las guarniciones desprotegidas frente a un posible ataque de Mansfeld, pero si Tilly era apartado del tablero, la situación católica sería aún peor. El 5 de mayo ambos ejércitos se reunieron en Wimpfen y comenzaron a desplegarse para la batalla. Gonzalo contaba con unos 4.000 hombres, entre los que se encontraban los 1.400 del tercio de Nápoles. Por su parte, Tilly sumaba cerca de 7.000, destacando los regimientos de veteranos de Schmidt y Haimhausen que, como veremos, serán fundamentales durante la batalla.
Por su parte, Jorge Federico contaba con unos 10.000 infantes. Para la batalla, situó a sus tropas encajonadas entre dos ríos y con una muralla formada por sus 70 carros de guerra o tabores delante de su infantería. Esta formación de carácter defensivo le dio ventaja en los compases iniciales ante el desconcierto de los católicos, sin embargo, a la larga le restaría movilidad, algo que será determinante para el transcurso de la contienda.
Los primeros combates se produjeron entre ambas artillerías, aprovechando los católicos la superioridad que les confería la altura de su posición. A mediodía, la batalla se detuvo debido al calor y ambos ejércitos se dispusieron a almorzar. Durante el descanso, los protestantes comenzaron a abandonar paulatinamente sus posiciones para charlar entre ellos, lo que Gonzalo aprovechó para enviar una manga de mosqueteros al flanco izquierdo protestante y tomar el pueblo de Biberach.
Baden-Durlach vio el movimiento y ordenó a su infantería recuperar la posición y a su caballería cargar contra la católica. A su paso salió Gonzalo de Córdoba, que arengó así a sus tropas:
Marchad con gran firmeza a pelear, y caminad a vencer, pues los presentes enemigos a Dios y a su Príncipe, hacen justísima vuestra causa. Procurad este día dar con valor nuevos trofeos al Águila Imperial Romana y a los Castillos y Leones acostumbrados a vencerlas.
En el otro lado, la caballería protestante había roto el flanco de Tilly y amenazaba con envolverlo. Sin embargo, los veteranos de Schmidt aguantaron la posición mientras los católicos se reorganizaban. Viendo la tensa situación en ese lado, Gonzalo acudió con la caballería en ayuda de Tilly. Esta decisión estuvo a punto de provocar la catástrofe en el bando católico: debido al fragor de la batalla los jinetes entendieron mal la orden y realizaron una caracola, lo cual dejó a Gonzalo solo al frente de la carga por lo que fue capturado. En una decisión cuanto menos discutible, los protestantes volvieron a cargar llevando con ellos a Don Gonzalo, lo que le permitió escapar y refugiarse entre las filas del tercio de Nápoles que había acudido a socorrerlo.
En ese momento la situación favorecía a Baden-Durlach, pero un golpe de suerte invirtió las tornas. El viento comenzó a soplar hacia el lado protestante lo que dificultó enormemente la visión de las tropas. Entonces, Gonzalo avanzó junto al tercio de Nápoles mientras que Tilly cargaba contra la línea de tabores, sobrepasando a la infantería protestante que trataba de maniobrar entre el río y los carros. Mientras tanto, la artillería católica batía las posiciones contrarias, lo que provocó una inmensa explosión tras el impacto de un proyectil y, a continuación, la dispersión del ejército del Jorge Federico. La batalla había terminado.
Baden-Durlach huyó junto a los restos de su cabellería. Los bajas sumaban casi 4.000 entre muertos y heridos y otros 3.000 fueron capturados. Por su parte, los católicos sufrieron 600 muertos y 1.000 heridos. El revés para el bando protestante en Wimpfen fue enorme, ya que suponía la pérdida de un tercio de los efectivos, pero las operaciones continuaron.
La victoria católica en Lorsch
Mientras se producía el enfrentamiento en Wimpfen, Mansfeld se dirigió hacia Landenburg con el objetivo de tomar la plaza y así cerrar el avance católico. El día 8 de mayo, las tropas protestantes rindieron la ciudad, mataron a gran parte de sus habitantes y demolieron las murallas para evitar que los católicos volvieran a usarla como fortaleza.
A continuación, Mansfeld se dirigió hacia Alsacia para detener el avance del archiduque Leopoldo, que trataba de recuperar los territorios perdidos durante el invierno anterior. Tras levantar el asedio de Hagenau, los protestantes volvieron a Espira, desde donde partieron hacia el norte. El objetivo era reunirse con el ejército de Cristian de Brunswick cerca del río Maeno y aprovechar la superioridad numérica para derrotar a los católicos. Sin embargo, tras dos días de espera y ante la próxima llegada de Tilly, Mansfeld decidió retirarse a Mannheim.
Es en este retroceso donde se produce una nueva victoria católica. Debido al cansancio acumulado en el último mes, las tropas protestantes decidieron acampar en la abadía de Lorsch para reponer fuerzas. Ese momento fue aprovechado por la caballería española de Pascual Berenguer, cedida por Don Gonzalo a Tilly, para irrumpir en el campamento. Tras la acción, las bajas en el ejército de Mansfeld alcanzaron la cifra de 4.000 a lo que se sumó la huida de Federico. Lorsch supuso una doble victoria para los católicos: habían evitado la unión de los ejércitos de Mansfeld y Cristian y desarticulado por completo una fuerza enemiga.
Batalla de Höchst
Entre tanto, Cristian de Brunswick recorría el norte del Palatinado con 22.000 hombres, saqueando cuantos pueblos se encontraba a su paso. Su objetivo inmediato era tomar la ciudad de Höchst y levantar un puente sobre el río Meno. Para ello, envío una avanzadilla de 1.500 hombres que comenzó el sitio.
Informados de los planes de Cristian, los ejércitos católicos se pusieron en marcha para romper el asedio. Finalmente, el 20 de junio las tropas de ambos bandos se enfrentarían en la batalla de Höchst.
Brunswick, que se encontraba en inferioridad numérica, planteó una posición defensiva con el objetivo de retirarse hacia el río Meno. Por su parte, las tropas católicas formaron igual que en Wimpfen. Los españoles de Don Gonzalo se situarían en el ala derecha, mientras que Tilly dirigiría el lado izquierdo. La batalla comenzó al mediodía y para el atardecer el ejército de Cristian se batía en retirada hacía Bensheim, donde le aguardaba Mansfeld con los hombres que quedaban tras el desastre de Lorsch.
En Höchst, Cristian de Brunswick perdió a la mitad de su ejército aunque consiguió mantener el tesoro que había acumulado con sus continuos saqueos y chantajes por la región. En este punto la situación católica era muy favorable dado que las 3 fuerzas protestantes habían sido derrotadas sucesivamente.
Batalla de Fleurus
Tras derrotar a Cristian en Höchst, Gonzalo se dirigió hacia el río Neckar para volver a construir un nuevo puente que le permitiera aislar a las plazas protestantes de Mannheim, Frankenthal y Heidelberg.
Mientras tanto, Mansfeld, Jorge Federico, Brunswick y el Palatino consiguieron, por fin, reunir sus fuerzas, aunque sin consecuencias notables. Las deserciones, la baja moral y las desavenencias entre los 4 generales evitaron la creación de un plan de acción conjunto; a las pocas semanas Baden-Durlach decidió desistir y licenció a sus tropas.
Los 3 restantes líderes se dirigieron primero a Alsacia, de donde fueron expulsados y a Lorena, buscando recursos para mantener a unos hombres cada vez más exhaustos. Esto provocó que causaran una gran destrucción en los territorios que atravesaron, aumentando los recelos de un ya desencantado Federico. Para ese momento, este ya, además, negociaba en secreto con España, el emperador e Inglaterra su rendición y la restitución de sus tierras.
Finalmente, se dirigieron a Francia. Entraron a comienzos del mes de julio y el 13 de ese mes Federico promulgó un edicto que liberaba a Mansfeld y Cristian del compromiso con su persona y solicitaba a Tilly poder volver al Palatinado.
Eximidos de sus servicios, Mansfeld y Cristian negociaron primero con los hugonotes y luego Luis XIII su adhesión para, finalmente, terminar dirigiéndose a Flandes y unirse a las tropas protestantes que luchaban contra Spínola.
En su persecución salió Gonzalo Fernández de Córdoba, quien les dio alcance el 28 de agosto en las inmediaciones de Fleurus. Allí se enfrentaron por última vez españoles y los protestantes de Mansfeld y Cristian. Los primeros contaban con un ejército de 6.000 hombres y 2.000 caballos. En la otra parte, sumaban 8.000 infantes y 6.000 jinetes. Pese al desequilibrio, la experiencia de los tercios viejos de Nápoles volvió a ser determinante, aguantando todas las cargas de los protestantes. La batalla duró 6 horas y en ella el ejército de Mansfeld y Cristian quedó practicamente destruido, salvándose tan sólo 3.500 caballos. En las filas españolas murieron 300 hombres, entre los que se encontraba el maestre de campo Francisco de Ibarra, y la cifra de heridos alcanzó casi el millar.
Final de la guerra
La derrota de Mansfeld en Fleurus dejó el camino expedito para que Tilly y el archiduque Leopoldo recuperaran las últimas plazas que se encontraban en manos protestantes. En su recorrido por el Palatinado liberaron Espira, Worms, Heidelberg (16 de septiembre) y Mannheim (2 de noviembre).
Año 1623
A comienzos del año 1623 tuvo lugar la dieta de Ratisbona. Allí se reunieron los estados imperiales, el propio emperador y el embajador de España, el conde de Oñate. El edicto que se promulgó tras la reunión ratificó a Maximiliano en su dignidad electoral, dictaminando, eso sí, que a su muerte volvería a recaer sobre los herederos de Federico el Palatino.
La Guerra del Palatinado concluyó meses después con la toma de Frankenthal en marzo y una nueva derrota de Cristian de Brunswick a manos de Tilly en Stadlonh. Esa batalla puso fin al sueño de Federico el Palatino de recuperar sus posesiones y a la presencia de fuerzas protestantes en Alemania.
El rey Gustavo Adolfo de Suecia (1630 - 1632)
El rey Gustavo Adolfo de Suecia fue uno de los grandes reformadores militares del siglo XVII. Introdujo el concepto de brigada con el objetivo de dotar a sus ejércitos de mayor movilidad y flexibilidad durante el combate.
Además, estandarizó las piezas de artillería, introdujo el cañón de regimiento y trató de crear un ejército permanente en Suecia.
Otro de los avances que impulsó fue la “salva sueca” o “descarga sueca”, una técnica por la cual todos los mosqueteros disparaban a la vez, provocando un gran impacto moral en el adversario. Pese a que los daños reales sobre la formación enemiga no eran tan grandes como cabría pensar, la “salva sueca” solía desmoralizar al oponente debido a la impresión que causaba recibir una descarga de mosqueteros de esas dimensiones.
En lo que respecta a la caballería, prescindió de la caballería ligera de modo que todas las unidades de este tipo eran coraceros o dragones, los cuales reforzaba con formaciones de mosqueteros. Carecer de caballería ligera le supuso a menudo disponer de información errónea sobre el terreno o el enemigo, pues los coraceros eran ineficaces a la hora de realizar este tipo de tareas.
Guerra con Polonia
La guerra entre Suecia y Polonia transcurrió durante los años 1621 a 1625. Fue un conflicto de origen dinástico, dado que el rey polaco Segismundo también lo era de Suecia por derecho sucesorio. Sin embargo, la Liga Protestante encabezada por su tío Carlos Vasa (padre de Gustavo Adolfo) le había obligado a abdicar en 1599.
La guerra no supuso grandes cambios territoriales, si bien Segismundo terminó renunciando a sus derechos sobre Suecia en 1629.
Gustavo Adolfo en la Guerra de los Treinta Años
En 1630 Gustavo Adolfo inició una campaña en Alemania con el objetivo de extender su influencia en la región. La estrategia era hacerse con el dominio de los principales ríos de modo que las comunicaciones quedasen bajo su control.
Para el comienzo del año siguiente, Gustavo Adolfo dominaba por completo el río Oder y había firmado un acuerdo con la Francia de Richelieu para recibir apoyo económico. Sus éxitos provocaron la movilización del ejército imperial comandado por el conde de Tilly, que se dirigió hacia el Elba para asaltar Magdeburgo, plaza que terminaría cayendo en manos católicas en la primavera de 1631.
Tras la caída de Magdeburgo, el príncipe protestante de Sajonia se alió con Gustavo Adolfo para repeler el empuje Imperial. El enfrentamiento entre ambos ejércitos se produjo en septiembre de 1631 en la batalla de Breitenfeld; las tropas suecas aplastaron a las imperiales. Esta victoria supuso que el dominio sueco se extendiera por casi todo el sur de Alemania.
Tras Breitenfeld, Gustavo Adolfo se propuso dos nuevos objetivos: dominar el río Lech, donde tuvo lugar otra batalla en la que moriría el conde de Tilly, y atacar Baviera para apoyar a la facción protestante. La muerte de Tilly supuso el retorno de Wallenstein como comandante de las fuerzas imperiales a la región. En muy poco tiempo reagrupó al ejército y marchó sobre Baviera para recuperar su control.
El primer enfrentamiento entre Gustavo Adolfo y Wallenstein se produjo en Nuremberg. La estrategia que planteó el rey sueco fracasó estrepitosamente tras varios intentos de rendir la fortaleza imperial. Esta derrota supuso un gran golpe moral para el hasta ahora invicto ejército sueco y disminuyó la confianza de la tropa en las habilidades del rey, lo que se tradujo en la deserción de casi un tercio de sus integrantes.
El enfrentamiento final entre las tropas imperiales y suecas se produjo en Lutzen, tras la invasión de Sajonia por Wallenstein. Allí, el rey Gustavo Adolfo prescindió del debido reconocimiento del terreno, lo cual le llevó a plantear una estrategia muy débil para la batalla. Este error terminaría por costarle la vida durante una carga de caballería y la posterior derrota de su ejército.
La Campaña de Alsacia (1633 - 1634)
La campaña de Alsacia se encuadra durante la fase Sueca de la guerra (1630-1635), cuando el conflicto entre Polonia y Suecia se extiende a Alemania.
En 1633, España moviliza su ejército hacia Baviera desde Italia al mando del Duque de Feria con el objetivo de reabrir el camino español y despejar el asedio de Brisach que habían iniciado los suecos.
En primer lugar, las tropas españolas se dirigieron a Costanza, de donde expulsaron a Horn, general al mando del contingente sueco. A continuación, rompieron el asedio de Brisach. Estas rápidas victorias permitieron tomar el resto de puentes que conectaban ambas orillas del Rin, lo cual suponía la reapertura del camino español, uno de los objetivos de la campaña. El éxito inicial, unido a la llegada de Aldringen, uno de los mejores maestres de campo de Wallenstein, parecía augurar una rápida victoria del bando católico.
Sin embargo, tras recuperar Brisach, el emperador pidió al duque de Feria que acudiera a Bohemia para acuartelarse durante el invierno. Al ser su aliado natural en la región, el duque de Feria no pudo negarse, iniciando una larga marcha que le terminaría por costar la vida tras contraer el tifus.
Concluido el invierno, en 1634 la guerra se retomará con la llegada del Cardenal Infante Fernando, acelerada en junio tras la muerte de la gobernadora Clara Eugenia de los Países Bajos. En septiembre de 1634 las tropas hispánicas se dirigen al norte de Baviera para hacer frente al ejército sueco. Allí tuvo lugar la batalla de Nordlingen en donde el bando español derrotó al protestante tras varias horas de lucha en las que los tercios se terminaron por imponer a las brigadas. La batalla se dirimió especialmente en el lado izquierdo español, en la colina de Allbuch, donde los suecos no pudieron romper la formación del Tercio de Idiáquez tras sufrir hasta 15 cargas desde primera hora de la madrugada.
Un coronel sueco afirmó: "Nunca nos habíamos enfrentado a un soldado de infantería como el español. No se derrumba, no desespera, es una roca y resiste pacientemente hasta que puede derrotarte".
España contra Francia (1635 - 1643)
Durante la Guerra de los Treinta Años, en España gobernaba Felipe IV junto a su valido el Conde Duque de Olivares (Gaspar de Guzmán). Mientras tanto, en Francia lo hacía el rey Luis XIII, influido por su ministro el Cardenal Richelieu. Estas dos potencias luchaban por la supremacía en Europa, además de erigirse como las máximas defensoras de la fe católica. Sin embargo, resulta paradójico que durante el conflicto entre España y los Países Bajos, Francia apoyase a la facción protestante pese a tratar de representar el papel de paladín del catolicismo. Es más, Ana de Austria, esposa de Luis XIII, era la hermana de Felipe IV, algo que no supuso obstáculo para el enfrentamiento entre ambas potencias.
Tras varios años de conspiraciones en la sombra promovidas tanto por el Conde Duque de Olivares como por Richelieu, en 1635 Francia declara la guerra a España. Esto supone la apertura de 3 frentes a la vez, Países Bajos, Alemania e Italia con el objetivo de debilitar a la corona Hispánica en Europa.
Campaña de los Países Bajos (1635-1643)
En 1634, el rey Felipe IV había enviado a su hermano, el Cardenal Infante Fernando, a los Países Bajos con el objetivo de derrotar al ejército de las Provincias Unidas y así conseguir una paz beneficiosa para la Corona. Pese a la declaración de guerra de Francia en 1635, el Cardenal Infante mantiene el plan inicial: incrementar la presión contra el ejército holandés, adoptando, por tanto, una posición defensiva frente al francés.
A comienzos de 1635, las tropas franco-holandesas consiguen introducirse por la región de Lieja donde derrotan al ejército de Tomás de Saboya, aliado de España. Tras la victoria, fueron incapaces, sin embargo, de aprovechar la ventaja obtenida sobre el territorio, lo que permitió el contraataque del ejército hispánico y la recuperación de la ciudad de Esquenque.
La campaña de 1636 se inicia con la llegada de órdenes desde Madrid de mantener la ciudad de Esquenque que, pese a los esfuerzos españoles por defenderla, termina cayendo en mayo en manos holandesas. A este contratiempo se sumaron las presiones de Austria y el ejército imperial sobre el Cardenal Infante, instándole a atacar Francia. Este plan chocaba de lleno con los objetivos impuestos desde la Corte para ese año: finalizar cuanto antes la guerra con los Países Bajos en una posición favorable. Finalmente, el general español asumió que no podía obviar a su aliado natural en la región y dio comienzo a la Campaña de Corbie. El avance católico en el noreste francés fue rapidísimo, llegando a cruzar el Somme una vez tomada Corbie. Sin embargo, ante la imposibilidad de mantener las posiciones, Tomás de Saboya decidió retirarse a la región de Artois.
Tras el relativo éxito obtenido en el año anterior, en 1637 el Conde Duque de Olivares decidió cambiar de estrategia y, por primera vez, ordena focalizar los esfuerzos en Francia. Sin embargo, apenas se produjeron avances significativos. Por contra, la movilización de tropas españolas al oeste permitió al ejército holandés recuperar la ciudad de Breda. Estaba claro que era imposible sostener la lucha en ambos frentes.
En los años siguientes la balanza se inclinó alternativamente hacia ambos bandos. Francia consiguió extender la guerra más allá del Rin apoyando la rebelión en Cataluña. Con ello se conseguía un doble objetivo: abrir otro frente y obligar a España a desplazar tropas desde el centro de Europa, con el consiguiente debilitamiento de sus posiciones. Pese a todo, los ejércitos lograron importantes victorias durante esos años. Entre ellas destaca la conseguida en Honnecourt, que estuvo a punto de inclinar definitivamente la contienda del lado católico. Sin embargo, la actuación de los Países Bajos en el norte frenó cualquier intento de una nueva invasión de Francia. Años más tarde los franceses devolverían el revés. En 1643 los tercios españoles fueron derrotados en Rocroi. Pese a toda la literatura y leyenda que rodea a esta batalla, la victoria francesa no tuvo mayores implicaciones para el devenir de la guerra. Serían otras circunstancias las que terminarían por abocar a España a la firma de una paz muy desventajosa.
Campaña en Italia (1635 - 1636)
Otro de los frentes que Francia abrió contra España tras la declaración de guerra fue en Italia. El objetivo era hacerse con Milán y así debilitar la posición hispánica, preparando un futuro ataque sobre Nápoles y Sicilia. Para ello contó con el apoyo de Mantua, Módena y los duques de Saboya y Parma.
En 1635 el ejército francés apenas tuvo éxitos reseñables, dada la feroz resistencia de la guarnición de Valenza. Al año siguiente se produjo la batalla de Tornavento, ya 40 km de Milán que se saldó con victoria francesa. Sin embargo, las bajas sufridas en ambos bandos hicieron imposible el avance sobre la ciudad. Ese mismo verano, España recuperaría Parma ante la incapacidad francesa de mantener la ofensiva.