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Historia de Cataluña

Edad Antigua

Antes de empezar a hablar de la Historia de Cataluña propiamente dicha, remontémonos varios miles de años atrás, justo a la época en la que Roma dominaba gran parte de los territorios Europeos, entre ellos la Península Ibérica. Durante el periodo de la República, Roma había conquistado parte de la Península, dividiéndola en dos grandes regiones: la Hispania Ulterior y la Citerior. Para esta última ubicaron su sede administrativa en la ciudad de Tarraco (la actual Tarragona), dado que era un importante centro de abastecimiento y el punto de entrada para las legiones.

Hispania República Romana

La llegada del Imperio Romano supuso el sometimiento definitivo de prácticamente toda la Península, lo que se tradujo en la necesidad de crear una nueva división territorial que facilitase el gobierno de la región. Así, la Hispania Citerior amplió sus territorios, adoptó el nombre de Tarraconensis y expandió sus límites hasta ocupar toda la mitad norte. Cualquier intento de encontrar en esta provincia romana un símil con la actual Cataluña caería por su propio peso, pues zonas tan alejadas como Galicia o parte de Portugal quedaban dentro de esta área administrativa.

Hispania Imperior Romano

El siglo III d.C trajo una nueva organización a los territorios hispánicos. La provincia Tarraconensis pasó a abarcar el noreste peninsular, extendiéndose hacia el Mar Cantábrico en su parte más septentrional y englobando dentro de ella a las zonas dominadas por cántabros y vascones.

Hispania Siglo II

Fue durante esta época cuando Barcino, la actual Barcelona, comenzó a desplazar paulatinamente a Tarraco como núcleo predominante en la provincia. Para el siglo IV había alcanzado su época de esplendor, llegando a contar con una población de entre 3.500 a 5.000 habitantes.

La llegada de los godos y la invasión musulmana

¿Qué pasó con Barcino y la provincia Tarraconense mientras el Imperio Romano se deshacía? En un primer momento, pasaron a formar parte del Reino visigodo de Tolosa, un estado federado a Roma que se extendía desde Francia hasta la Península Ibérica, incluyendo Tarraconense. Sin embargo, el empuje franco desde el Norte de la Galia les obligó a ir cediendo terreno y retroceder hacia el Sur, al refugio de la frontera natural que marcaban los Pirineos. En el año 507, tras la derrota de los godos frente a los francos, quedó fundado el Reino Visigodo en la Península Ibérica, cuya primera capital fue Barcino, hasta su posterior traslado a Toledo.

La reunificación llevada a cabo por los visigodos trajo también unas leyes únicas y la adopción de la cultura romana, ya instaurada en la Península, incluyendo al cristianismo como religión oficial. Barcelona, tras perder su capitalidad, fue declarada como archidiócesis.

Sin embargo, el reino visigodo no había de durar mucho, marcado por las constantes luchas y las divisiones internas. Este clima favoreció la entrada de los musulmanes por las costas andaluzas y la conquista del reino visigodo en apenas 4 años. La victoria musulmana en la Batalla de Guadalete (711) obligó a una rápida retirada hacia el norte de gran parte de la población, buscando refugio en las provincias más septentrionales (Asturias y Cantabria) así como en los reinos francos. La expansión musulmana fue frenada finalmente por los francos en la batalla de Poitiers (732).

Esta victoria cristiana es importante para el tema que nos ocupa, ya que, con el objetivo de proteger la frontera, los francos fundaron lo que se conoce como la Marca Hispánica, una serie de condados cristianos al servicio de los reyes carolingios.